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Estrella Rubio

Estrella Rubio

Sábado, 12 Octubre 2024 11:32

Molletes de sarraceno y castaña (sin horno)

Está lloviendo a mares, el día está gris oscuro casi negro, de vez en cuando un relámpago avisa. El otoño ha tenido el gusto de aparecer, por fin. Y en una tierra del sur, un día como describo resulta de lo más exótico, todos llevamos días escuchando la previsión y diciéndonos con un poco de morbo y expectación: "Este fin de semana va a ser impresionante, así que a quedarse en casa". Yo creo que en definitiva necesitamos algo que nos saque de lo anodino, y por estos lugares, lo anodino es el calor y el sol, así que la lluvia, nos hipnotiza durante un par de días. Luego, ya es otra historia. Pienso mucho en el norte, en todos los nortes donde la lluvia y el gris es la constante, y aunque sea el eterno tema de conversación y no diga nada nuevo, me resulta alucinante cómo el clima define a un pueblo.

Pienso en un amigo de Bilbao con el que he compartido a lo largo de los años muchas horas de conversación apasionada sobre cocina, y siempre me parecen pocas, porque además, algo que nunca cambia es lo que me río con él. En la última ocasión, llovía y recuerdo las risas que nos echamos una sevillana y un bilbaíno en Donosti, el cual no dába crédito a que yo no hubiera  traído (ni siquiera pensado) un paraguas o un chubasquero al norte. 

Lluvia, cocina e intentar hacer de esta vida un ratito agradable, a pesar de todo. Así que hoy, ya sí, esta receta tenía que hacerla. 

La harina de castaña es difícil de conseguir, para qué engañarnos. Principalmente hay dos opciones: vivir o viajar a Galicia, en cuyo caso es asombrosamente sencillo de encontrar, o pedirla en la ecotienda más cercana a tu casa, y que consigas que te la traigan. También está la opción de internet, si ya nos vemos muy apurados. Pero si quieres das con ella, no nos atasquemos aquí. Una alternativa en última instancia es la harina de almendra, de composición y estructura similar. 

La harina de trigo sarraceno sí que puedes conseguirla sin nigún problema en ecotiendas y en muchos casos, en grandes superficies tipo Carrefour, Alcampo, El Corte Inglés, etc. Reconozco que siento predilección por este sabor, también con el grano de trigo sarraceno cocido y acompañando verduras, tofu, carne... 

Esta receta no tiene gluten, y no es casual. Le debo el gusto a una paciente que la compartió conmigo hace un tiempo, en su búsqueda incesante de recetas creativas adaptadas a las necesidades que demanda su enfermedad autoinmune, pero también su pasión por aprender. Yo me tomé la licencia de adaptarla a mi estilo, incluyendo harina de castaña en lugar de otras harinas sin gluten. Así que de nuevo, agradecida por este descubrimiento, porque cocinar este pan supone reencontrarse con sabores muy auténticos. Dicen que el sabor del sarraceno es así como terroso, herbáceo y cercano a la nuez. A mí me parece que tiene algo de amargo y sin duda, intenso, por lo que me vuelve tan entusiasta. No pasa desapercibido en cualquier formato que te lances a probarlo. Y claro, unirlo a la harina de castaña, que también es terrosa pero aporta dulzor, propicia una sinergia de sabores. 

La elaboración de este pan tiene la peculiariedad de que no requiere horno, sino sartén. Y como cualquier manipulación de masas, ayuda a abstraerse un rato de todo, si quieres con una buena música de fondo, o escuchando cómo llueve. El resultado es un bollito de pan de un sabor muy intenso, con una miga densa pero nada apelmazada y muy saciante, debido al alto contenido en fibra y proteína

 

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Vamos con la receta:

INGREDIENTES (8 molletes aprox)

  • 2 tazas de mezcla de harina de castaña y harina de trigo sarraceno (yo puse más de castaña que de sarraceno)
  • Media taza de agua
  • 2 cucharadas de postre levadura de panadero
  • 2 cucharadas soperas de aceite de oliva virgen extra
  • 2 cucharadas soperas de semillas de chía
  • 1 cucharadita de semillas de lino molidas
  • 2 cucharaditas de café de sal

ELABORACIÓN

Mezclar los ingredientes secos (harina, levadura, semillas, sal). Incorporar el aceite de oliva y el agua tibia. 

 

Amasar con paciencia hasta conseguir una masa manejable con las manos. Es fundamental este proceso para que la miga posteriormente adquiera una textura menos compacta y más disfrutable. 

 

Colocar la masa en un recipiente, tapar con una trapo húmedo y dejar reposar unas 2 horas en un lugar fresco, seco y alejado de la luz, para que la levadure comience a fermentar. Cuanto más tiempo demos, mayor será la fermentación y el beneficio a nuestro intestino (y también más potente será su sabor).

 

Pasado este tiempo, nos disponemos a elaborar las piezas. Coge pellizcos de masa (unos 80g por bola) y haz una especie de torta gruesa. La idea es que sea lo más parecido a un pan tipo mollete, aunque el diámetro será menor.

 

Hazte con una sartén grandecita donde puedan caber 4 piezas y de esta manera tardes menos. Calienta hasta que adquiera mucha temperatura y colocar 4 bollitos. Bajar inmediatamente el fuego (vitro = 2 sobre 9), para cocinarlos a fuego bajo, con el objetivo de que no se quemen por fuera, y se queden crudos por dentro. Aproximadamente 10-12 minutos como mínimo por cada lado

 

Voltear los bollitos varias veces en total para conseguir una cocción homogénea. 

 

Una vez todos cocinados, colocar sobre una rejilla para que reposen y pierdan temperatura. Si no piensas consumirlos rápido, mejor congélalos. Para ello, espera unas horas a que estén a temperatura ambiente, y mételos en una bolsita cerrada en el congelador, para que no se impregne de ningún olor. 

Pan de castaña

Un bollito de éstos con un buen chorreón de aceite de oliva virgen y un café, o dos, y pasar el resto de la mañana leyendo.

Plan sobrevenido de lluvia de otoño y cocina. Falta elegir la peli. 

 

La gente que me conoce bien, sabe que la comida sostiene mi vida como hilo argumental, y estructura una parte sustancial de ella. A lo largo de los años he presenciado opiniones de todo tipo al respecto de cómo come una persona. Ya sabemos que el arte de opinar es universal, sobre todo aquél que va cargado de juicio sobre lo diferente, lo envidiado, lo políticamente incorrecto, o cualquiera que sea la incomodidad que genere aquello que es enjuiciado.

Conforme voy reuniendo años vividos, también voy entendiendo que, efectivamente, se trata de un tema medular que nos une a todos como colectivo: la comida, y su relación con ella.

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He invertido mucho tiempo y energía explicando por qué la alimentación no es un tema superficial o menos intelectual que la filosofía o la medicina. No estudié la carrera por otro motivo que no fuera el de darme la oportunidad de materializar una idea persistente en mi cabeza: acceder al conocimiento a través del alimento. 

El cuerpo es la única vía de acceso al conocimiento. Y eso es lo que quiero transmitir cuando escribo. Viajar o leer no es suficiente, para comprender un pueblo es necesario probarlo y empaparse de él por todos los poros de la piel.

Pero no es necesario viajar a otro hemisferio, también lo tienes en tu barrio, conversando con el frutero sobre por qué los aguacates están sobrevalorados, observando qué compra (y cocina) la gente que vive cerca de ti, deteniéndote a comprar productos de la tierra en la que vives, preguntando a la pescadera cómo pescaron esa merluza, o dándole la oportunidad a un panadero que rescata una variedad de trigo antiguo andaluz, que se creía desaparecida. Y esto también es placer. Es disfrute.

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«Mi problema es que a mí me gusta mucho comer», escucho.

En muchas ocasiones se confunde el gusto por comer, con la cantidad o la palatabilidad (recompensa al paladar). Se dice que nos gusta mucho algo cuando aquello que degustamos es premeditadamente sabroso (muy dulce, muy salado, muy untuoso) o aludimos a cuánto nos gusta para excedernos por esa vez (no volverá a pasar).

No nos educan para el placer.  Esta carencia es una base sustancial del problema que planteo. El placer es dicotómico, es moral. El placer es culpable. Si hay algo que me suscita placer deliberado, la alerta de peligro (culpa) se cierne sobre mi cabeza, o lo que es peor, la desconexión del límite, de la mesura (el exceso). Pero claro, ¿cómo hacemos en una sociedad en la que el disfrute sigue estando bajo el dominio de la moralidad? 

Comer implica un acto intencionado de pausa. Identificar sabores, aromas, texturas, conectándolos con los ya conocidos, o incorporándolos al bagaje que vamos creando a base de exponernos. Y es que pienso que, para comer, hace falta osadía y curiosidad, y también pensamiento crítico que nos permita discernir, o al menos elegir, entre disfrute y exceso. 

Hablo de dignificar tu propia historia como ser humano dentro de la tribu, ir poco a poco abandonando la pesada carga de la moralidad. Y evolucionar hacia elecciones más libres. 

Escribo esto como introducción a algunos aprendizajes que me gustaría compartir próximamente tras los últimos viajes que tuve la oportunidad de realizar, y las personas que encontré en el camino. No podía quedarme con todo esto dentro, relegándolo al disfrute individual.

Pensé que podría escribirlo, y así, honrar lo vivido. 

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Con este curso queremos trasladar a las Dietistas-Nutricionistas las últimas evidencias sobre el abordaje clínico de la obesidad desde un enfoque inclusivo y no pesocentrista, que recoja la heterogeneidad que supone la obesidad.

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Equipo docente:

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Destinado a diplomados/graduados/licenciados en Nutrición Humana y Dietética de España, Portugal y América Latina. Estudiantes del último año de las carreras mencionadas, Técnicos Superiores en Dietética y Nutrición y profesionales de la salud relacionados con la materia. 

 

PROGRAMA ACADÉMICO

Módulo 1: Aspectos psicológicos inherentes a la obesidad y su tratamiento. Natalia Maglione

Módulo 2: Fisiología para entender (y tratar) el cuerpo. Estrella Rubio Romero y Luis Berlanga.

Módulo 3: Nutrición desde una mirada más amplia. Estrella Rubio Romero.

Módulo 4: Apuntes de Medicina. Desmontando la hipótesis clásica. África Villarroel Bajo

 Módulo 5: Abordaje nutricional de la obesidad basado en la evidencia. Estrella Rubio Romero.

Módulo 6: Ejercicio físico en la prevención y el tratamiento de la obesidad. Luis Berlanga

 

DIRECCIÓN ACADÉMICA: Natalia Maglione y Estrella Rubio Romero

 MÁS INFORMACIÓN E INSCRIPCIONES:

 

 

 

Esta receta tenía la voluntad de ensalada rápida para un miércoles en medio de la semana. Pero se levantó lluvioso, torrencial diría, a horas de iniciar el verano y me dio frío, bajo un cielo tan gris, tan inesperado. Así que improvisé un salteadito con casi los mismos ingredientes, pero cambiando el formato: con la rúcula hice un pesto, y leí varias recetas sobre la combinación de albaricoques con cebolla morada, maceradita con ron... y me lié. Los albaricoques están de temporada y hay que aprovechar. Y es así como nacieron estas fajitas de miércoles. 

Mi sugerencia es que busques unas tortillas de calidad, donde sobran casi todos los ingredientes que suelen llevar habitualmente, y te quedes con aquellas que tengan harina de maíz, sal y poquito más. Yo las compro en ecotiendas, es más probable que allí vayas a encontrar este producto, que en un supermercado, donde anuncian a bombo y platillo que son integrales, y oye, bien, pero a cambio suelen llevar grasas hidrogenadas y más historias que se alejan de la intención inicial de tortilla mexicana. Por cierto, la receta casera es súper sencilla, y sería otra propuesta interesante si te ves con tiempo y con ganas. 

Me flipan las alubias rojas (de Navarra). Las cocino en invierno con acelgas y ñoras, con caldo espeso y babeo si pienso en ese plato. Y para época de verano, propongo esta opción agridulce con un toque exótico.

Por último, si no dispones de tortillas mexicanas para ese día, prescinde de ellas y disfruta de este plato tal cual, lo merece igualmente.

Vamos con la receta:

INGREDIENTES PARA 3 PERSONAS (aprox, pues dependerá mucho de si lo combinas con otro plato, o es plato único)

  • Tortillas de maíz (sin grasas hidrogenadas. Lo ideal: harina de maíz y sal)
  • Bote de alubias rojas ya cocidas (400g aprox)
  • Un buen puñado de tomates cherry variados (amarillos, de Pera, Kumato...)
  • 4-5 albaricoques maduros
  • 1 cebolla morada
  • Un buen puñado de anacardos
  • 1/2 de bolsa de rúcula (25g aprox)
  • Aceite de oliva virgen extra
  • Pimienta blanca y negra
  • Sal
  • Chorreón de ron (opcional)

ELABORACIÓN

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Pela la cebolla morada y córtala en juliana. Lava los cherry y los albaricoques. Cortarlos en mitades (los albaricoques puedes cortarlos a su vez en otra mitad, si son grandecitos).

Coloca las alubias cocidas en un colador y enjuaga bajo el grifo hasta eliminar el líquido de conserva que traen (dejará de soltar espuma). 

En una sartén caliente con un chorreón de aceite, echa la cebolla morada y cocina a fuego medio durante 10 minutos. Añade un chorreoncito de ron y cocina unos minutos a fuego alto hasta que reduzca el alcohol.

Incorpora las mitades de cherry y albaricoques y mezcla con cuidado que no se rompan.

Añade ahora las judías rojas cocidas. Dale un toque de sal y pimientas (negra y blanca) y cocina a fuego medio-bajo durante 5 minutos, y retira del fuego (si no, se desmoronarán los albaricoques).

Deja reposar unos minutos antes de rellenar fajitas. 

Mientras tanto, en un mortero añade la rúcula, maja hasta reducir considerablemente su tamaño e incorpora los anacardos. Añade un chorreoncito de aceite de oliva para homogeneizar mientras sigues majando, hasta que quede más o menos reducido a una pasta. 

Finalmente, coloca las tortillas sobre un plato e incorpora 2 cucharadas de masa sobre cada una. Termina con una cucharadita de pesto sobre cada una. 

NOTA DE CONSERVACIÓN (Y APROVECHAMIENTO): Tanto si te sobra relleno de fajitas como tortillas de maíz, puedes perfectamente congelarlo. Lo primero en un tapper de vidrio y lo segundo en una bolsita bien cerrada. 

 

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Lunes, 17 Junio 2024 18:09

Tartar de atún rojo de almadraba

Es tiempo de almadraba, un arte de pesca milenaria. El atún rojo de las almadrabas del litoral gaditano se captura de manera sostenible y selectiva. Este proceso se da entre finales de abril y principios de junio, cuando el atún alcanza su mejor calidad.

Es más que recomendable procurar el consumo de pescados capturados con pescas sostenibles como éstas, también pueden adquirirse las conservas y salazones. Comprar  y consumir atún traído de los litorales gaditanos donde se practica este arte es una manera de reivindicar el producto local y la sostenibilidad. O más bien, conseguir las migajas que los japoneses nos dejen antes de llevarse las toneladas pa casa. 

Puedes estar pensando en este momento "claro que sí, me hablas de sostenibilidad, ¿y los aguacates qué?" Toda la razón. La demanda hídrica del cultivo de aguacate es insostenible, y no es un producto que deba consumirse de manera frecuente. Procurar que su procedencia sea la Costa tropical de Málaga es requisito indispensable, pero además, reducir drásticamente su consumo también. Honestamente, no quería prescindir del aguacate para esta receta, pero este mismo tartar combinado con cerezas maceradas, es la próxima receta que pienso probar. 

La mejor manera que se me ocurre de combinar este atún es con un gazpacho de cerezas y albahaca. Tanto el atún como la cereza, coinciden y se acompañan en la temporada, y no creo que puedan ponerse muchas pegas a semejante encuentro. 

Gazpacho y tartar 2

 

Es FUNDAMENTAL que, una vez compremos el atún fresco, lo congelemos durante 4-5 días para evitar contaminación por anisakis. Posteriormente, podremos consumir el pescado crudo sin ningún problema, manteniendo lógicamente las condiciones de la cadena de frío. 

Vamos con la receta:

INGREDIENTES

  • 300g de atún fresco previamente congelado 5 días
  • 2 aguacates pequeños
  • 1 lima pequeña
  • 3 cucharadas soperas de salsa de soja baja en sal
  • 1 cucharadita de aceite de sésamo
  • 1 cucharadita de wasabi (más, si te gusta más picante)
  • Semillas de sésamo

Tartar de atún y aguacate 1

 

ELABORACIÓN

Descongelar el atún. Cortar en dados no muy pequeños y añadir a un bol. Mezclar con la salsa de soja, el aceite de sésamo, un puñadito de semillas de sésamo y el wasabi y dejar macerar durante media hora. 

Cortar el aguacate en dados grandecitos. En un bol, marinar con el zumo de lima y un puñado de sésamo. Añadir unas vueltas de molinillo de pimienta negra. 

Pasado el tiempo, escoge un plato bonito, coloca el aro metálico que te servirá como molde y pon primero el aguacate. Aplasta un pelín con el tenedor para compactar, pero no rompas el aguacate. Incorpora ahora el atún macerado, cuidando que no lleve líquido restante. Igualmente compacta un poco con el tenedor. 

Espolvorea bien de sésamo y deja reposar en la nevera un ratito antes de servir. 

 

 

Tartar de atún y aguacate 3

Lunes, 17 Junio 2024 17:25

Gazpacho de cerezas y albahaca

La temporada de cerezas es tan efímera, tan etérea. Es una de esas frutas que gozan de una belleza extraordinaria. Me gusta contemplarlas, como una granada abierta, ambas sangrantes, rojas. Durante el mes de junio tendremos la posibilidad de disfrutarlas, y luego, se acabó. Más allá de comerlas tal cual, que es un placer, quería seguir con la inercia de los gazpachos diferentes, y al igual que el salmorejo de remolacha es casi un ritual para mí, con éste de cerezas me salgo de la comodidad.  

La albahaca fresca que decidí en el último momento añadir a la receta ha sido una alegría inesperada. Potencia aún más el conjunto de sabores. Genial.  

Trocear cerezas y quitarles el huesecito una a una es un trabajo bastante minucioso y no, no vas a tardar 5 minutos en preparar este gazpacho. Pero si lo piensas, es también meditativo. Si a esto le pones una música de fondo de éstas electrónicas tranquilas, te trasladas a un lugar durante un rato que te permite no pensar en nada más que los dedos ensangrentados del rojo de la cereza, y la música. Andaba hoy mientras cortaba cerezas, escuchando el Ojo crítico de Radio nacional, me gusta ese programa, y también las reflexiones que la periodista lanza mientras entrevista a escritores y gente de la cultura. Hoy hablaba del amor con un poeta catalán, y del conocimiento que alcanzamos sobre nosotros mismos al amar a otros. Cualquier cosa. 

Gazpacho y tartar 1

También es temporada de atún de almadraba, y la combinación la estaba pidiendo a gritos: Tartar de atún rojo de almadraba. Maridaje irreprochable.

Voy con la receta. 

Gazpacho de cerezas y albahaca 2

 

INGREDIENTES

  • 600g tomates maduros
  • 400g cerezas
  • 1/2 pimiento rojo 
  • 1 trozo de cebolleta fresca
  • 100g pan integral fermentado con masa madre (pero no solamente en esta receta, en general intenta consumir pan de calidad)
  • 150 ml aceite de oliva virgen extra
  • 1 manojo de albahca fresca y lavada (10-12 hojas)
  • Vinagre de manzana
  • Pimienta negra

 

ELABORACIÓN

Gazpacho de cerezas y albahaca 1

 

Lava muy bien los tomates y troceálos en un vaso de batidora. 

Lava también muy bien las cerezas y con un cuchillo, córtalas en mitades, quitándole la pepita a cada una con la mano. Ve incorporándolas al vaso de batidora junto con el pimiento y la cebolleta troceados. 

Trocea dos rebanadas de pan integral y añade. 

Lava muy bien la albahaca, seca e incorpora al vaso. 

Finalmente, añade un buen chorreón de vinagre, sal y pimienta negra molida con el molinillo. 

Mientras batimos, incorporal el aceite de oliva, de esta manera tendrás una textura mucho más homogénea y untuosa. 

Sirve muy frío, con unas hojas de albahaca por encima. 

Sábado, 15 Junio 2024 21:04

Cenas de verano y brunch con amigos

Lo decía Rochefoucauld: “comer es una necesidad, pero comer de forma inteligente, es un arte” (…)
Y si la comida es una necesidad para todos, el placer de comer debería estar igualmente al alcance de todos (Mª José Pérez Samper)

Los amigos inspiran. Y estas recetas han sido elaboradas para ell@s. Son días pensando el menú, recopilando ingredientes, haciendo anotaciones de diferentes recetas...Y finalmente, horas en la cocina moldeando gyozas, tostando nueces al horno, majando el pesto, amasando panqueques.....

Porque cocinar para la gente que quiero es la mejor manera que tengo de demostrarlo, o al menos de intentarlo.

Y recibirlos en casa, con la mesa puesta y la botella de vino abierta, sin importar el tiempo, ni qué pasará luego... es probablemente un tributo a la coherencia (y la supervivencia) en los tiempos feroces que corren.

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APOTEOSIS FINAL...

EL BRUNCH DE MEDIODÍA

(O ese desayuno que se junta con la comida y haces EN CALMA, sin importarte nada más)

  • Paraguayos, albaricoques e higos frescos
  • Melón de Cantalupo con jamón ibérico
  • Queso de cabra semicurado
  • Yogur natural con nueces tostadas y miel
  • Panqueques de quinua y plátano (caseros, claro)
  • Huevos revueltos al punto
  • ¡¡... Y café!!
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El verano está a punto de irrumpir en nuestras vidas y el salmorejo de remolacha es una de esas recetas que llegado el momento, se convierten en piloto automático y la hago hasta aburrirme (y aburrir a los demás). Confieso que cada vez la preparo de una manera distinta, en realidad, cada día soy más anárquica en la cocina, es un acto de insurrección que me permito en estos tiempos que corren. 

Salmorejos hay de todos colores y texturas (por ejemplo gazpacho de cerezas y albahaca), si eres de los que prefiere la receta tradicional, también está bien, pero entonces olvídate de ésta, que es bastante más dulce y con una textura algo distinta. Pero el sabor terroso de la remolacha bien fría, combinado con el crujiente de semillas, y el inexcusable toque de vinagre que te conecta con la esencia del gazpacho, es una sugerencia nada desdeñable. 

Creo que la insistencia en educación nutricional no es tan efectiva como la invitación a la reflexión a través de la persuasión y la argumentación.

La fibra prebiótica de la remolacha es un excelente sustrato para las bacterias de nuestro intestino, la ya afamada microbiota intestinal. Gracias a este tipo de fibra, conseguimos que un tipo de bacterias proliferen frente a las patógenas. Tenemos pocas certezas en nutrición y nos pasamos la vida desmintiendo aquello que dijimos tiempo atrás. Veis, también aquí sería muy necesaria la insurrección, y dar carpetazo de una vez a tantas tonterías que en nombre de la nutrición se han dicho en las últimas décadas.

Pero en el caso concreto de la microbiota, intuyo que hemos abierto una senda investigadora que ya no tiene vuelta atrás y cambiará por completo lo que entendíamos por salud y nutrición. 

Así que hacer lo posible por nutrirla bien y buscar ese equilibrio en el ecosistema bacteriano, igual no es tan mal opción. 

INGREDIENTES

  • 3 remolachas cocidas grandes (puedes comprarlas ya cocidas al vacío, pero no en bote ralladas en conserva)
  • 1 tomate grandote (yo he utilizado Tomate Rosa de Los Palacios, carnosos, cremosos, dulces)
  • Medio pepino
  • 1 pimiento verde grande
  • Buen puñado de pipas de calabaza
  • Semillas variadas y algunas pipas más para decorar
  • Comino molido
  • Aceite de oliva virgen
  • Vinagre de manzana

ELABORACIÓN

Salmorejo de remolacha 2

 

Si las remolachas ya están cocidas, sólo tendrás que meterlas en el vaso de batidora junto con el resto de hortalizas, el puñado de pipas de calabaza, el vinagre de manzana, una cucharadita pequeña de comino molido y sal al gusto.

NOTAS IMPORTANTES:

Añade el aceite de oliva para el final, mientras estás batiendo para que emulsione y la textura final sea mucho más cremosa. Yo añadí por lo menos 2 dedos de un vaso.

El puñado de pipas de calabaza hace que la textura sea más untuosa.

Dejar reposar en la nevera al menos media hora antes de comer.

Para servir, añade un buen puñado de semillas y pipas de calabaza, y cómelo muy frío. 

 

La lenteja negra, caviar o beluga, es una variedad de lenteja cuyo uso culinario no tiene fronteras. Su denominación remite al parecido físico que tienen con el caviar de "beluga" (los huevos del esturión beluga Huso huso). La encontrarás seguro en tiendas de legumbres a granel (mercados, ecotiendas), y en grandes superficies las están empezando a vender cada vez más habitualmente. 

En general me apasiona la lenteja, el dhal hecho con lentejas rojas y amarillas es otra debilidad. Y justo a diferencia de las rojas y amarillas, las lentejas negras conservan mucho mejor su forma y textura al dente cuando se cocinan. Por eso funcionan tan bien en ensaladas. 

A mí personalmente me parece que la combinación de lenteja negra con pescado y marisco es brutal, de hecho, puedes utilizarla para hacer un "arroz negro", en un momento de creatividad que te apetezca salirte del guion. Misma receta, con sepia, gambas, pez espada y alioli. Pruébalo. 

En este caso, una ensalada fresquita de legumbres para este verano que acecha, me parecía buen plan.

Ensalada de lenteja con mango y langostino 3

Vamos con la receta:

INGREDIENTES PARA 2-3 PERSONAS

  • 200g lenteja caviar
  • Un trozo de mango
  • 10-12 langostinos cocidos
  • Rúcula
  • 1 aguacate
  • Rábanos y cualquier otra verdurita cruda
  • Aceite de oliva virgen extra
  • Mostaza de Dijon (con semillas)

ELABORACIÓN

Ensalada de lenteja con mango y langostino 1

 

Enjuaga al chorro las lentejas y cuece en agua durante 12-14 minutos (de todas formas, ve comprobando que van dejando de estar duras y procura dejarlas no demasiado blandas, para que luego no se deshagan). 

Pela el mango, córtalo a taquitos y reserva en un tupper (el restante úsalo para comerlo con yogur, como postre, añadir a otras ensaladas...)

Pela los langostinos y reserva. 

Corta la verdurita cruda que vayas a utilizar (rábanos, zanahoria, pimiento rojo...)

Una vez cocida la lenteja, servir en un plato e ir incorporando los ingredientes de la manera que más te guste. 

Aliñar con un chorreoncito de aceite de oliva virgen y si te apetece, acompáñalo de una buena cucharada de mostaza de Dijon. 

 

Quién dijo que legumbre en verano no

Hay días que, por el motivo que sea, son anodinos, insustanciales, y cocinar me ayuda a nadar en ellos, sin mayor pretensión, sin buscar algo más. 

Se me ocurrió la idea de cocinar este pan de limón cuando vi la peli de Benito Zambrano en mi querido Festival de cine europeo de Sevilla (adaptada de la novela de Cristina Campos). Tiempo después viajé a la Mallorca de interior junto con dos amigos que son un tesoro, y conocí el pueblo de Valldemossa, pero salí de allí pitando, espantada del turismo ortopédico en el que han convertido a ese pueblo maravilloso mediterráneo.

Así que pensé que elaborar la receta y manipular la masa, me conectaría de otra manera con aquella historia y me devolvería el sabor de boca auténtico que me dejó la peli. 

Y ayer, volví a preparar este pan de limón, porque quería compartirlo con algunas personas que hacen del inicio del día un momento de risas y disuaden los fantasmas. Porque desde hace ya un tiempo, comenzar el día entrenando y riéndome, al margen de todo lo demás, y que se pare el tiempo, es un privilegio del que me siento afortunada. Y siento que quiero agradecérselo a esas personas de alguna forma. Cocinando puedo comunicar eso que siento. No sé si conseguiré transmitírselo, pero la intención está ahí. 

Hay personas que hacen ilustraciones preciosas que admiro profundamente, y que  jamás podría hacer, no tengo ni idea de dibujar. A mí en días anodinos me gusta cocinar. Y hasta el momento, me funciona. Me sumerjo en mí misma, como dice Leila Guerriero, "flâneurismo vital". Tener la capacidad de ensoñarse arreglando plantas, mirando por la ventana o preparando este pastel. "No consiste en no hacer nada, sino en hacer, no haciendo". 
 

Al llevarme un trozo a la boca y experimentar una textura tan jugosa, no demasiado dulce, donde la acidez del limón predomina indudablemente, pensé que mereció la pena otro día de esos anodinos, porque vuelvo a encontrar otra forma de resarcirme.

Al fin y al cabo, miserias tenemos todos y de todas clases en nuestro día a día, se trata de no amargarse la vida en exceso con ellas y tirar palante.

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Importante, esta receta está basada en una que cogí del blog de La cuchara azul. Muy inspirador por cierto.

 INGREDIENTES

  • Ralladura de 2 limones grandes
  • Zumo de 1 limón
  • 350g harina de trigo integral
  • 150g azúcar integral (panela). (Si el sabor muy ácido de primeras no te entusiasma tanto, prueba haciéndolo primero con 200g de azúcar, y en las próximas ve bajando cantidad). 
  • 3 huevos camperos o ecológicos
  • 250 ml leche entera o semi
  • 1 sobre levadura en polvo
  • 175g mantequilla pura de vaca (no margarina)
  • 40g semillas de amapola
  • Cucharadita pequeña de sal
  • Chorreoncito de agua de azahar

ELABORACIÓN

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En un bol, mezclar los ingredientes secos: harina, levadura y sal

En otro bol, bate los huevos y el azúcar. Añade la leche y la mantequilla templada (pomada). Por último, ralla con un rallador 2 limones (previamente lavados). No ralles la parte blanca, sólo la corteza amarilla de cada limón. Exprime el zumo de uno de ellos, y el otro guárdalo para reutilizarlo en otra receta. 

Mezclar ambas preparaciones con cuidado, sin bajar la espuma creada con la mezcla líquida de huevo. Añadir 30g de semillas de amapola junto con el chorrito de agua de azahar. Deja reposar unos minutos para que actúe la levadura. 

Engrasar con aceite un molde de horno (vidrio preferiblemente). Añade la masa y por encima, cubre por completo con el resto de semillas de amapola. 

Hornear 50 minutos a 200 grados (en función del horno, quizás debas bajar a 180 grados a mitad de cocción, si ves que se tuesta rápidamente). 

 

 

 

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Y a ver qué tal el día de hoy. De momento, aun con el sabor del café y limón en la boca.

 

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