Termina una semana a una intensidad inesperada, académica y humana. Aún siguen pululando en mi mente imágenes, frases, personas que me han generado reflexiones, preguntas y me han ayudado a seguir cuestionándome mi trabajo, en el Congreso de la AEETCA (Asociación Española para el estudio de los Trastornos de la Conducta Alimentaria) y del capítulo Hispano-Latinoamericano de la Academy for Eating Disorders.
Caminaba la última noche por Madrid, una ciudad en la que viví muchos años, y que sigue suponiéndome un revulsivo reecontrarme con ella. Nadie en la calle a esas horas, el olor a tierra mojada después de la lluvia invitaba a reflexionar. Necesitaba y sigo necesitando aún un poco de tiempo para poder ubicar todo esto.
Vuelvo de Madrid sintiendo fuertemente que nuestra profesión tiene sentido, un sentido profundo.
Que la Nutrición y la Psicología son indesligables, y que la relación con la comida y con el cuerpo no puede relegarse al tratamiento del síntoma, una vez manifestado. Que hay que ir mucho más allá.
Que como dice la psiquiatra en esta obra de arte de documental, Petricor, dirigida por Victoria Morell, «la primera relación que establecemos en nuestra vida, es con la comida».
Estos días, he tenido la oportunidad de reflexionar y aprender a través de mujeres extraordinarias desde su experiencia clínica, investigadora y humana, y cómo no, desde la motivación que nos une a todas en lo concerniente a los trastornos de la conducta alimentaria (TCA).
Y me gustaría agradecéroslo. Admiro vuestra labor, todo lo que aportáis y la humildad con la que lo lleváis a cabo. Y esta calma brota porque generáis motivos para seguir creyendo que este trabajo, como dice Remedios Zafra, es un trabajo con sentido (El informe. 2024. Ed. Anagrama).
A muchas os he podido conocer personalmente por fin, a otras, continuar haciéndolo, y he de confesar, que a unas cuantas no me acerqué a presentarme a pesar de cuántas cosas me hubiera gustado decirles, por esa inseguridad que me asalta al aterrizar en estos contextos, qué sé yo.. pero probaré a hacerlo en la próxima ocasión.
Así que, queridas compañeras, GRACIAS. También por todos los cafés compartidos que siempre resultan pocos, las risas, las dudas compartidas sobre si estaremos haciéndolo bien que siempre fortalecen y nos permiten avanzar, y cómo no, por esa cena maravillosa decimonónica con zapatillas.
Me pregunto por qué en este evento científico de tal envergadura no ha habido participación de Nutricionistas como ponentes, a excepción de uno de los talleres y una intervención sobre Diabetes, si no me equivoco. Esto daría sentido precisamente a la dualidad de la que hablamos, comer-sentir. Y estoy segura de que somos muchas más las que lo pensamos. ¿Quizás la próxima edición?
Y a su vez, se hace imprescindible que nuestro colectivo siga reforzando aun más el cambio que ya se ha producido, y del que no hay vuelta atrás, con respecto a nuestra intervención. El estigma de peso, la gordofobia (sanitaria, social, interna…), la violencia estética estructural y la patologización del cuerpo según parámetros obsoletos son las herramientas que de manera intrínseca han estado asociadas a nuestra profesión, ya desde la formación universitaria.
Es nuestra obligación ética, y no solamente profesional, pararnos a reflexionar qué estamos haciendo y de qué manera nuestra intervención es clave para que un trastorno de la conducta alimentaria se desencadene, o sea prevenido.
Independientemente de si la especialización es o no en TCA, la nutrición está ligada al cuerpo y a su relación con él, y por ende, cualquiera de los tratamientos que planteemos, tendrán un impacto físico y psicológico. Y debemos hacernos cargo. En este sentido, nos debemos una profunda revisión personal, psicológica, antes de lanzarnos al vacío.
La ética, la sociología, filosofía, la antropología… nos ayudan a entender el comportamiento humano y por qué nos hacemos tanto daño, hasta llegar a acabar con nuestras vidas, en los casos más graves de TCA.
El estudio de género se presenta como pieza clave para explicar muchas de las asociaciones de insatisfacción corporal, sufrimiento y alteraciones en la relación con la comida.
Escribía hace algunos meses aquí una recopilación de algunos textos e intervenciones de mujeres que admiro y de las que aprendo continuamente, sobre la perpetuación del rechazo corporal y cómo ello impacta en nuestras acciones
En su informe 136: Mujeres jóvenes y trastornos de la conducta alimentaria. Impacto de los roles y estereotipos de género (2024 Instituto de las Mujeres), la psicóloga María Calado realiza un profundo análisis que debe ser leído con atención, ya no solamente por nosotras, que estamos arremangadas en el fango, sino extrapolarlo a toda la sociedad en su conjunto, que es en definitiva, la que carga con ello:
El culto a la belleza y el control del cuerpo de las mujeres responde a criterios mercantilistas más que a modelos de salud y bienestar. De hecho, las multimillonarias industrias (farmacéuticas, alimentarias, cosméticas, moda, pornografía y prostitución), se alimentan del mito de la belleza, delgadez y juventud: del rol de la mujer como objeto. Dicho contexto genera las condiciones para que esté presente una baja autoestima e insatisfacción corporal en las mujeres, lo que genera la condición necesaria para que sitúen la obtención de estos ideales corporales en el centro de sus vidas (…)
Dice la psicóloga Laura Hernangómez, en su ponencia sobre Imagen Corporal durante el Congreso, que el «cuidado es también fiereza».
«Conectar con nuestro enfado y orientarlo hacia donde realmente se necesita orientar, lo que nos daña: cambiar la sociedad, no nuestros cuerpos. Como profesionales, es recomendable, posiblemente necesario y seguramente ético, que nos posicionemos muy claramente en este sentido».
Estas profesiones no son posibles si olvidamos que estamos trabajando con personas, personas además que cargan con una trayectoria de sufrimiento, y requieren ser escuchadas.
Recojo todo, y ahora, continúo macerando y transformando lo aprendido.
No dejemos de confiar en que esta profesión seguirá buscando su lugar en el corazón de la sanidad pública, para poder llegar a toda la población y no sólo a unos pocos, y poder evitar, al menos en parte, algo de sufrimiento.
En este primer episodio, hablaremos sobre el origen de NUTRIMENTE, y mi trayectoria hasta llegar aquí. Un episodio con tintes autobiográficos al principio, pero que sirve como enlace para plantear reflexiones sobre la figura del Dietista-Nutricionista en la Sanidad Pública y su presencia inexorable en la esfera privada, al menos por el momento.
¿Cuál es el papel que desempeña un nutricionista en un hospital?
¿Qué supone venir a consulta de Nutrición? Nos metemos de lleno en la complejidad del proceso de cambio que ello implica.
Un proceso lento, que implica conciencia, confianza, perseverancia... si tienes mucha prisa, quizás tengas que pensártelo dos veces.
Hablamos de las recaídas, de la figura del psicólogo para reforzar el tratamiento nutricional. Tiene que haber un cambio intrínseco por parte del paciente para entender y aceptar la patología en el caso de que exista, o estar convencido del cambio que desea emprender.
Hablamos sobre cómo establecer una relación Nutricionista-Paciente en la consulta, de las habilidades interpersonales que debemos tener los profesionales sanitarios que los atendemos, de crear discrepancias y hacerles pensar.
Como veis, un proceso complejo y apasionante al mismo tiempo, que va mucho más allá de una báscula y una dieta.
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