Aún no lo he aceptado. Supongo que mañana lo haré inexorablemente cuando mi despertador, sin piedad, decida sonar. Las vacaciones se han terminado, los grandes centros comerciales se frotan las manos con la vuelta al cole, y la ciudad vuelve a estar saturada de coches, sonidos de claxon y gente malhumorada. Así da gusto. Y por si no tuviéramos poco, cuando nos queramos…