Hoy tenemos galletas de algarroba y una peli que volví a ver recientemente. Por qué, pues no sé. Pero me pareció que había una conjunción entre receta y peli, en esta pretensión que a veces me asalta de unir gastronomía y cine. Banda sonora que trasciende. El estilo narrativo de Won Kar Wai suele atraparme y algunos fotogramas que se crean en sus películas aparecen como pequeñitas obras de arte en la pantalla que se quedan luego grabados en la memoria. Volver a revisar después de muchos años My blueberry nights (Won Kar Wai, 2007) ha valido la pena.
"Hace unos años tuve un sueño, empezaba en verano y acababa la primavera siguiente. En medio había tantas noches desgraciadas como días felices, la mayor parte en este café. Y luego una noche, la puerta se cerró, y el sueño se acabó".
Ya he hablado otras veces de la algarroba como sustituto del cacao para las personas alérgicas, pero también como uso culinario en recetas reposteras donde queramos dar un toque dulce de manera natural. La algarroba fue muy utilizada en España en la posguerra, era un alimento barato y nutritivo, y durante años, fue denostada al igual que el pan negro, como símbolo de todo lo que aquella época de penuria representó en tanta gente.
Me gusta dignificar la algarroba, por eso la uso tanto en la cocina.
GALLETAS DE ALGARROBA Y SÉSAMO
Ingredientes (para unas 16-17 galletas)
Elaboración
Lo primero, lávate las manos muy bien, y asegúrate de que la superficie en la que vas a trabajar está limpia.
Picar las pasas y los dátiles y echar en un bol con un buen chorreón de ponche o brandy. Dejar macerando.
En otro bol, mezclar los aceites, el huevo y la miel, y batir con las varillas hasta conseguir una mezcla homogénea.
A continuación, incorporar a esa mezcla líquida la harina de trigo en primer lugar, luego el bicarbonato y la canela, y por último, la harina de algarroba. Mezclar con cuidado, dándote cuenta que en el momento que añadas la algarroba, la mezcla se hará al principio algo más difícil de trabajar. Usa una espátula o una cuchara para ir amasando con paciencia. Añadir por último la mezcla de dátiles, pasas y ponche incluido a esta masa.
En el momento en que puedas, amasa ya con las manos durante varios minutos. Déjala reposar durante unos 10 minutos. Mientras tanto, enciende el horno y precalienta a 200 grados.
Finalmente, hacer bolitas con las manos y aplastarlas ligeramente para darles forma de galleta, e ir colocándolas en una bandeja de horno con papel vegetal de base. Deja una distancia suficiente entre galleta y galleta para que al hornearse no se peguen. Hornear durante 15 minutos a 200 grados.
Una vez las saques del horno, déjalas enfriando sobre una rejilla, para que no cojan humedad. Cuando se enfríen, consérvalas en un bote de cristal bien cerrado, y tendrás galletas para varios días.
Ojalá las disfrutes tanto como me ocurrió a mí (peli incluida)
Para despedir el frío invierno y dar la bienvenida a la primavera, que por cierto ya nos vamos mereciendo... una última cata de bizcocho integral de algarroba, con alimentos propios de la temporada que se nos va, para dar paso a las fresas, las cerezas, los espárragos...
La algarroba fue un alimento que sacó de la hambruna en la Guerra Civil a muchos españoles, en unos años de extrema dureza, si es que estos adjetivos pueden ni siquiera servir. Quizás por ello, ha ostentado durante muchos años la categoría de alimento desterrado, perteneciente a una época de la que no se quiso hablar. Actualmente, y haciendo uso de la memoria, me parece oportuno dedicarle estas líneas con un sabor más dulce.
Por cierto, puede adquirirse con facilidad en tiendas de alimentación ecológica, a precio razonable.
La harina de algarroba es un perfecto sustituto del chocolate. Muy rica en fibra soluble (excelente para nuestra microbiota), vitaminas del grupo B, proteínas y antioxidantes. Al ser ya dulce de forma natural, el bizcocho de algarroba requiere poca azúcar. Añadimos naranjas a ser posible procedentes de cultivos cercanos y que no hayan viajado demasiados kilómetros, huevos de gallinas camperas, que además de favorecer un trato animal digno, otorgan un sabor inconfundible; y como grasa, aceite de oliva virgen extra de nuestros olivos, y unas nueces.
El resultado es un bocado dulce diferente y sorprendente (si no ya me dirás), un aliciente gastronómico para una tarde como la de hoy.
Vamos con la receta:
INGREDIENTES
ELABORACIÓN
En un bol, batir los huevos, el aceite y la leche. Mezclar enérgicamente con las varillas. Añadir poco a poco la harina de trigo, la levadura y el azúcar, y ligar bien. Añadir la naranja troceada y batir con la batidora durante varios minutos, hasta que espume. Por último, añadir la harina de algarroba poco a poco y volver a ligar todo muy bien. Observarás que en el momento que eches la algarroba, la mezcla se hará más densa. Por eso, aconsejo batir con la batidora para que emulsione bien la mezcla, y de esta forma, luego quede más esponjoso el bizcocho. Incorporar las nueces troceadas a la masa.
Precalentar el horno 10 minutos a 180 grados. Engrasar un molde de horno y verter la mezcla en el molde, añadir por encima nueces peladas y hornear unos 40 minutos a 180-200ºC. Antes de sacarlo, pinchar con un tenedor para asegurarte de que esté bien cocido (que salga limpio).
El placer de saborear este bizcocho, el deleite de cocinar, manipular, hornear, recordar... mientras suena música agradable o escucho una tertulia en la radio, constituyen momentos necesarios en nuestro día a día. El mundo se detiene.