Llegó septiembre, el verano se acabó (otra vez). Podríamos disfrutar todos de unos días de adaptación por compasión, como los niños y niñas que entran al cole dentro de unos días, porque el impacto, estarán de acuerdo conmigo, lo sufrimos también los adultos.
Personalmente, yo he optado estos días previos por cocinar platos que me permitan una resurrección lenta, regocijarme en el placer de escuchar buena música mientras lo hago, no hablar, pensar y paladear a mínima revolución los recuerdos audiovisuales y emocionales de un verano que ha resultado ser excepcional e inesperado, que permanecen intactos en mis redes neuronales.
Pero volver, hay que volver a la realidad.
Inicio la quinta temporada de un proyecto profesional que no ha dejado de crecer y ampliar metas desde el primer día, y que continúa redefiniéndose. Lo observo con orgullo y emoción. NUTRIMENTE. Nutrición y mente. ¿Por qué? Y por qué no.
Me gusta lo hago, me hace sentir bien, y creo que a día de hoy es todo un privilegio decirlo. No comulgo con la máxima de separar lo personal y lo profesional, me parece una contradicción. Nutrimente es Estrella, con unos valores e ideas, y éstas, acaban impregnándose en las palabras que me escuchan mis pacientes en cada sesión. Creo en la nutrición, en la ciencia y en el escepticismo, pero no en el marketing lenguaraz que la rodea. Tampoco en eso que ahora se apellida real, ni en el batido de té matcha como fuente de juventud, ni en la tostada de aguacate para desayunar para todos por cojones (perdón). Observo atónita cómo el mundo se mueve a golpe de tendencia en Instagram. No, no tengo (aún) una cuenta. Dicen que involuciono cada vez que me aventuro a contrariar la tendencia social de las redes.
Llega la época de aflorar culpas y pensamientos de insatisfacción. La sombra de los chiringuitos y las cervecitas se cierne sobre nosotros. «Estrella, me he portado fatal este verano, ponme una dieta estricta que me haga quitarme estos kilos ya por favor, no soporto esta barriga»
Escribía hace un tiempo en época postnavideña: «los nutricionistas, esa figura que cabalga entre confusos caminos, siempre lista para entregar la dieta detox, adelgazante y milagrosa, que definitivamente, te haga desprenderte del remordimiento y las inseguridades que nos infunde vía intravenosa la industria alimentaria, Instagram, la canija y el fuertecito de la tele. Pero la realidad me devuelve a mi cubículo profesional, donde con paciencia y muchas horas de trabajo entre el paciente y yo, vamos poco a poco esclareciendo la GRAN MENTIRA MILLONARIA que nos ha metido dentro de esta rueda de hámster. Y no estoy hablando únicamente de problemas de sobrepeso y obesidad, la insatisfacción con nuestra imagen corporal y la vinculación emocional con la comida en personas delgadas, ocupa también un lugar prioritario en este momento».
Esto probablemente lo repita cientos de veces en las próximas semanas: en la consulta de nutrición no hallarás la solución a tu estrés y ansiedad, a tu falta de tiempo para ti, o a las carencias emocionales que te llevan a relacionarte con la comida de manera cada vez más autodestructiva. Sí aprenderás a hacer una valoración más completa de ti mismo y tu alimentación en los diferentes contextos que te mueves cada día, y por tanto, a ser autocrítico y constructivo para plantear perspectivas de cambio realistas, en lugar de engrosar los depósitos de culpa y vergüenza que tan bien nos han enseñado en este país que se dice aconfesional.
Además, también entran en juego herramientas prácticas que te facilitan este camino, entre las que se encuentran aprender a planificar menús, recetas creativas, la organización de tu cocina, de tu despensa y tu nevera, introducir la actividad física dentro de tus rutinas, y un sinfin de posiblidades, puesto que las sesiones de seguimiento están programadas por temáticas, en función de cada caso individual.
También hay una bioimpedancia eléctrica en la que se evalúan marcadores más allá del peso corporal, porque trabajar la masa muscular y la fuerza, controlar la grasa visceral o el perímetro abdominal, es potenciar la salud, independientemente del número de kilos que diga una báscula que pesas. Y la salud, querido/a lector/a, esa palabra ninguneada y mediatizada hasta haberle hecho perder su verdadero valor, es el único sustento que nos mantiene vivos.
El argumentario de motivos de consulta en los últimos años es variado, pero hay ciertos lugares comunes innegables: «Vengo a perder peso porque no soporto verme así, bueno… y también por salud… pero para qué te voy a engañar, yo quiero adelgazar rápido, porque si yo no veo resultados, voy a abandonar a la segunda semana».
El primer día estreno lo que será, si el paciente me lo permite, un soliloquio acompasado, indulgente, a veces desgastante, por el que intento argumentar que haber decidido venir a consulta es una decisión valiente, consciente y resiliente, pero que el proceso no es nada fácil ni rápido…:
«… es un proceso lento, irregular, en el que existen a veces recaídas, desánimos y toallas tiradas que se recogen de manera intermitente, hasta que se produce ese cambio de chip, ese clac maravilloso que siempre me emociona, a partir del cual, la motivación intrínseca se hace cargo del proceso. Y es ahí, cuando todo comienza a fluir. Ya verás, estás a punto de empezar un proceso maravilloso, te felicito por haber decidido hacerte cargo de ti, y dejar de culpar al resto del mundo de lo que te ocurre. ¿Empezamos?».
Sí, esto es venir a la consulta. En definitiva, si quieres de verdad mejorar tu peso y tu salud, lo más adecuado es buscar un profesional que trabaje contigo la educación nutricional y cambio de hábitos, y déjate de declaración de intenciones eufóricas de lunes por la mañana, que tú y yo sabemos, NO VALEN PARA NADA.
Y así comienza mi semana post veraniega en la consulta de Nutrimente, y de tantos otros compañeros/as de profesión.
Bienvenido septiembre, vengo con ganas, estoy dispuesta a todo.