Cada día me interesa más conocer nuestra relación con la comida, cómo somos, cómo comemos. La alimentación es el eje vertebrador de nuestra vida, y de ella depende gran parte de nuestra estabilidad emocional (y viceversa). Una relación de respeto y entendimiento entre nosotros y el alimento, de saber escucharnos y saber agradarnos, es un paso esencial para establecer una vida saludable y placentera. El maltrato al cuerpo es un error sancionador por sí mismo. Si entendemos esto, y actuamos en consecuencia (y con coherencia), habremos avanzado asombrosamente en el camino.
Posiblemente la gastronomía mediterránea sea una de las más consolidadas del mundo. Y dentro de ella, podríamos hablar de la gastronomía de Oriente Medio, la magrebí y la del sur de Europa (vayan la siciliana y la provenzal en mayúsculas).
En común tienen materias primas centenarias, hierbas aromáticas y vegetales en cualquier plato. El sol y el mar, hacen el resto. Así que viajar a cualquier lugar del Mediterráneo puede constituir un acto de coherencia obligada, porque de placer, es un despropósito.
Comer, es el arte in fine.
Me traigo estos sabores mallorquines después de unos días sumergida...:
- Coca de trampó (base tipo pan fino con picadillo de tomate, pimiento, cebolla) con boquerones
- Coca de bledes (acelgas)