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Miércoles, 30 Marzo 2022 21:24

Episodio 8: Alimentación ¿infantil?

Es momento de hablar de los más pequeños, y es que, la educación en torno a la mesa, es un tema medular.

Explicamos el origen biológico de nuestras preferencias por el sabor dulce, y por qué rechazamos el amargo. También del eterno menú infantil en los bares, o de aquello de “él no tiene la culpa de que yo esté a dieta”.

La alimentación mal entendida como infantil, muestra un error de base del sistema, y es que...

si estamos comprendiendo poco a poco que un patrón de alimentación saludable nos mantiene sanos y vivos, ¿por qué privamos a los más pequeños de este recurso? 

 

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Hoy hablamos de las diferencias entre hacer dieta y cambiar hábitos, pero también de la dificultad que esto entraña. ¿Por qué mucha gente no consigue cambiar y acaba abandonando?

Explicamos los ciclos de cambio de peso y por qué las restricciones alimentarias y la rigidez están asociadas con las trasgresiones y una mala relación con la comida.

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Y además ¡¡estrenamos nueva sección!! en la que hablaremos con expertos que nos ayudarán a profundizar en algunos temas. En este caso, hoy hablamos con Natalia Maglione, psicóloga sanitaria especialista en trastornos de ansiedad y de la conducta alimentaria, sobre las recaídas y también sobre la necesidad de control que muchas personas ejercen a través de las dietas. 

Natalia y yo compartimos una mirada psicoeducativa en el tratamiento del sobrepeso y la obesidad. Precisamente en pocos días se celebrará el I Workshop sobre Nutrición y obesidad. Una mirada más allá de la báscula  de la Academia Española de la Nutrición, en el que participamos como ponentes y directoras académicas de esta formación. Nos une la inquietud por no dejar de aprender y por meternos en todos los fregaos que nos sea posible. Así que, por si no tuviéramos suficiente con la consulta clínica diaria y la actividad profesional fuera de ella, hemos vuelto a la Universidad para seguir especializándonos en uno de los temas clínicos que nos suscitan más interés, los Trastornos de la Conducta alimentaria. En su momento hablaremos de ello. 

Ahora, os dejo con el programa, espero que os pueda ser útil y disfrutéis con estos temas apasionantes (pincha en la imagen para ver el vídeo completo) 

 

Hablamos con Natalia Maglione

 

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Enmendar la plana. Según la RAE, la plana es el nombre con el que se conocía al escrito que hacían los niños en una cara del papel cuando estaban aprendiendo a escribir. La función del maestro debemos entender que era por tanto corregir (enmendar) los posibles fallos que cometiera el alumno, de ahí la expresión, que ha acabado derivando en algo más general, cualquier corrección que deba hacerse sobre el trabajo de otros.

Pues bien. Aunque mi trayectoria académica esté ligada también a la educación y me apasione, mi función como nutricionista (¿educadora nutricional?) no es enmendar aquello que el paciente ha hecho mal.

En la consulta de nutrición no hallarás la solución a tu estrés y ansiedad, a tu falta de tiempo para ti, o a las vivencias que te han llevado a relacionarte con la comida de una manera u otra. Tampoco vienes a confesarte sobre aquello que crees haber hecho mal, por instintivo que te resulte. En cambio, sí podrás aprender a hacer una valoración más completa y honesta de ti en el contexto de la alimentación, y por tanto, a ser autocrític@ y constructiv@ para plantear perspectivas de cambio realistas en tus hábitos de vida.

El cambio de hábitos es una tarea titánica. Influenciados por la cultura actual de querer es poder, infravaloramos la complejidad que supone, pensando que con proponérnoslo es suficiente, y luego vienen las pesadas emociones derivadas de no sentirse capaz. Hay metas que son desproporcionadas, incoherentes o sencillamente no es su momento adecuado. ¿Hasta dónde es necesario llegar? quiero decir, ¿una vida saludable debe llevarnos al límite de la autoexigencia o al menoscabo personal? No es racional.

Para comer saludable, primero hay que pensar de forma saludable.

Ahora se habla mucho de escucharse a uno mismo. Qué bien eso. Y qué tarea tan compleja a la vez, y con tantas interferencias. Porque seamos cautos en lo que supone escucharse y dejarse llevar por lo que nos pide el cuerpo. No se trata ahora de hacer lo que te dé la gana en cada momento, estarías dominad@ únicamente entonces por impulsos o factores externos, y no estarías siendo del todo libre. Digamos que estarías haciendo lo que los acontecimientos o incluso otras personas demandan en cierto modo de ti.

  1. Te recomiendo que escojas un objetivo, una disciplina, una forma de vida (llámalo como quieras) que de verdad te apetezca iniciar, y acepta que la costumbre (repetición una y otra vez) es la que te lo va a hacer llevadero, hasta convertirlo en hábito.

  2. Que tenga un significado trascendente para ti, contextualizado en tu vida actual más allá del mero hecho de ser autodisciplinad@. Por ejemplo: “Voy a aprender a cocinar con mi padre los domingos, lo veo muy poco últimamente y de esta manera tendré tener oportunidad de conversar más con él”.

  3. Sé perseverante. Los buenos propósitos de septiembre son muchos y muy buenos, pero luego llega el melancólico noviembre, diciembre con su pre Navidad acechando, y el frío enero… y de los propósitos de septiembre no quedan ni las migajas. No esperes tener unas ganas locas de hacerlo cada vez que lo haces, tienes que convertirlo en un automatismo. Y ahí el trabajo a realizar es importante, porque somos fácilmente seducibles por aquello que proporciona sensaciones potentes, luego nos aburrimos y ya deja de atraer nuestra atención.

  4. Simplifica y allana el camino. Al principio sobre todo, despeja aquello que te lo ponga más complicado, siempre que eso sea posible y lógicamente no invada la libertad ajena. Ejemplo: Si quieres empezar a reducir el azúcar, ¿es necesario tener en casa un arsenal de productos del súper, “para los niños”, “para las visitas” o para la excusa que hayas decidido adjudicárselo?

  5. Escoge varios hábitos/objetivos a la vez, pero que estén relacionados con tu vida real y actual. Por ejemplo, si has decidido hacer más de 10.000 pasos al día, puedes aprovechar para ir caminando al mercado o tiendas de tu barrio, y con eso, centrar el foco en los productos frescos y de temporada, y alejarte del pack coche + supermercado.

  6. Después del subidón de la novedad, aunque ya no haya fuegos artificiales, en función de cómo lo enfoques, puede seguir teniendo sentido. Ejemplo: Si has decidido empezar a correr, el mero hecho de ponerte las zapatillas un día oscuro y frío de invierno ya puede darte bajón, pero quizás puedes aprovechar para escuchar algún podcast que te guste mientras corres y que ése sea tu momentazo del día, ya que luego nunca tienes tiempo para hacerlo.

  7. Siempre está la posibilidad del bajón. Acepta desde el principio que no somos lineales, que hay elementos -previsibles o no- que pueden hacernos dudar, parar, ir hacia atrás e incluso tirar la toalla. Ten la capacidad de reiniciar (perdonarte) cuando las cosas no han salido como habíamos planificado. En estos casos, siempre digo a mis pacientes esto: Tienes la LIBERTAD y la opción de ELEGIR reiniciar siempre que lo necesites, no lo olvides.

  8. Recuérdate de vez en cuándo por qué y para qué quieres hacerlo. A fin de cuentas, has sido tú quien ha decidido proponerse el cambio, y tienes la autoridad suficiente sobre ti mism@ para cuestionarte, redirigir o perseverar en ello. A veces olvidamos o diluimos el verdadero sentido de todo, y viene bien refrescar la memoria.

 

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Domingo, 31 Mayo 2020 21:16

No necesitas una dieta tras el confinamiento

Mejor pregúntale a tu cuerpo qué es lo que necesita, quizás tenga mucho que decir después de estos meses. 

Lo último que voy a decirte es que inicies un proceso que agrave aún más el cóctel emocional por el que probablemente has pasado o estarás pasando. Los que venís a mi consulta lo sabéis, y los que estáis aún dudando, os diré que ésa no es mi forma de trabajar. Debemos empezar a ocuparnos más y mejor de nosotros mismos, de entender qué es lo que de verdad queremos, y dejar de castigarnos con las etiquetas del hambre emocional y la ansiedad con la comida. Durante este confinamiento, has pasado probablemente por situaciones que desconocías y que se escapaban de tu control, sin la más remota idea de cómo salir. Y es legítimo sentir miedo, inseguridad y cualquier emoción que haya pasado por tu cuerpo. 

Si el resultado ha sido aumentar de peso, ¿te vas a castigar más ahora? ¿vas a solucionar algo haciendo una dieta súper restrictiva que te haga aumentar aún más esa ansiedad?

La realidad me devuelve a mi cubículo profesional, donde con paciencia y muchas horas de trabajo entre el paciente y yo, vamos poco a poco esclareciendo la GRAN MENTIRA MILLONARIA que nos ha metido dentro de esta espiral, cuyo objetivo es alcanzar el cuerpo perfecto, cueste lo que cueste. Conseguir una cifra, una talla, desearlo con todas nuestras fuerzas y cuando llegamos a ella, nos damos cuenta que seguimos siendo infelices, que la zanahoria no estaba ahí, o quizás sólo era una ilusión que nos impusimos como meta, para acallar sin ser consciente de ello otras necesidades.

Una cifra de peso es un número que evalúa de forma parcial e incompleta si has hecho bien o no los deberes (a los que llamamos dieta). Pero no tiene en cuenta el alto porcentaje de factores que influyen en el peso de una persona, más allá de la dieta. Por tanto, es un dato estéril, sesgado y probablemente, disparador de insatisfacciones. 

 

Y no estoy hablando únicamente de problemas de sobrepeso y obesidad, la insatisfacción con nuestra imagen corporal y la vinculación emocional con la comida en personas con normopeso, ocupa también un lugar prioritario en este momento. 

En mi consulta probablemente no hallarás la solución a tu estrés y ansiedad, o a las situaciones emocionales pasadas o presentes que te llevan a relacionarte con la comida de manera poco saludable. Pero sí aprenderás a hacer una valoración más completa de ti y de tu alimentación en los diferentes contextos que te mueves en este momento, y por tanto, a ser autocrític@ y constructiv@ para plantear perspectivas de cambio realistas y que te ayuden a encontrar el equilibrio, en lugar de engrosar los depósitos de culpa y vergüenza que tan bien nos han enseñado en esta sociedad. 

 

Si crees que necesitas la ayuda de un Dietista-Nutricionista para aprender a comer de forma más saludable, no lo dudes, seguramente sea una experiencia  que te ayudará a crecer. 

 

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Para muchos, iniciar un nuevo año puede ser el germen de propósitos para convertirse en mejores personas, estar más sanos, más guapos, más delgados, más enrollados, más… pero, detengamos esta exaltación de endorfinas segregadas cada 1 ó 2 de enero (según cada cual), y seamos racionales. No se trata de jurarnos amor eterno, ni poner a dios por testigo que nunca más volveremos a comer turrón de chocolate. Aunque al ser humano le encanten los radicalismos, los extremos más extremistas, hago un llamamiento al equilibrio, tengan piedad.

Comes más de lo que gastas 640x427

Soy Nutricionista, y como cualquier colega de profesión, soy consciente de lo que significa un mes de enero. Pero también soy un ser de carne y hueso al que le emociona y seduce profundamente el arte de comer. Desengáñense, como y bebo como cualquier otro mortal, no me alimento de césped en nochebuena ni preparo alquimias inverosímiles para pretender ser una snob. La gastronomía señores, es la fuente de mi inspiración, de mis pasiones más profundas, el sentido de mi profesión y casi de mi vida. Y podrán entender por tanto, que le tengo un profundo respeto y admiración.

Es necesario cambiar el concepto, pensar que Navidad no equivale a despiporre alimentario, y que nuestro cuerpo sufre cuando lo maltratamos de esta forma. 

Mi profesión no radica en adelgazar humanos, sino en transmitirle a cualquiera que desee sentarse conmigo en la consulta, la infinidad de posibilidades que nos brindan los alimentos y la relación que podemos alcanzar con ellos, ya seamos obesos, diabéticos, alérgicos, enfermos de corazón o estemos más sanos que una pera, pero queramos seguir aprendiendo más sobre esta ciencia entreverada en arte. 

 

Quieres mejorar tu salud digestiva 640x427

 Con ello quiero decir que tengo la empatía suficiente para ponerme en el lugar de la persona que disfruta comiendo y bebiendo, que comparto igualmente esa virtud (porque no es en ningún caso un defecto, como suelo escuchar a veces), pero siempre, dentro de una actitud racional. Por ello, en este artículo quiero dar algunos consejos sobre educación nutricional postvacacional desde mi posición de nutricionista amante del buen comer.

Distensión y dolor abdominales, gases, estreñimiento, diarrea, digestiones pesadas… Apuesto a que no suenan raros estos síntomas. Y es que nuestra flora intestinal se ve gravemente afectada por una alimentación desequilibrada, excesiva, rica en grasas y proteínas, además de la agresión diaria de fármacos, alcohol, tabaco, estrés… Nuestro sistema gastrointestinal sufre agresión constante, y no parece casual el aumento de consultas de Digestivo con este cuadro.

Entiende que tu aparato digestivo necesita tregua para seguir funcionando como se espera de él. Lee con detenimiento estos consejos, reflexiona sobre aquello que puedes estar haciendo mal (y bien), y empieza el año con fuerza: 

 

  1. Mete en una bolsa todos los dulces y productos navideños que permanezcan en sus envases sin abrir, cuyas fechas de caducidad venzan dentro de algunos meses y resérvalos. Seguro que sabrás disfrutarlos más adelante, cuando te hayas olvidado de estos festines.
  1. Desecha inmediatamente la idea de “ayunar/saltarse comidas” para redimir culpas. Debemos devolverle a nuestro organismo lo antes posible el orden y la estabilidad que merece. Por tanto, 3 comidas principales + pieza de fruta a media mañana y media tarde.
  1. Ve al mercado y llena tu cesta de frutas y verduras frescas de todos los colores (y de temporada).
  1. Aumenta la ingesta de agua a mínimo 2 litros diarios. También es buena opción tomar té e infusiones sin azúcar ni edulcorante, y muchos caldos desgrasados como entrante al plato principal.
  1. Olvídate del alcohol un ratito. No va a pasar nada por no tomarnos una cervecita o ese Ribera del Duero que nos trajeron a casa en Nochebuena. Ya habrá días.
  1. Aumentar la ingesta de fibra a través del pan, el arroz y la pasta integrales, y cómo no, de las legumbres.
  1. Consume alimentos probióticos*: leche fermentada tipo Kéfir o yogur Bifidus, pepinillos, col fermentada (chucrut), tempeh (pasta de soja fermentada).
  1. Consume alimentos prebióticos*: ajo, cebolla, puerro, espárrago, alcachofa, raíz de achicoria, remolacha o tomate.  

      9. Muévete cada día: andar, correr, nadar, bucear, salir al campo… Pero no dejes de hacerlo.

  1. Si tienes dudas o necesitas asesoramiento nutricional profesional, acude a la consulta de un Dietista-Nutricionista titulado (rechaza imitaciones…).

 

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*Los probióticos son microorganismos vivos que se introducen en ciertos alimentos como las leches fermentadas, que suministrados en cantidades adecuadas y de manera sostenida en el tiempo, confieren un beneficio a nuestra salud, favoreciendo el crecimiento de bifidobacterias.  

Los prebióticos son hidratos de carbono no digeribles presentes de forma natural en ciertos alimentos, que actúan en el colon favoreciendo el crecimiento de bifidobacterias.

Ambos componentes equilibran la flora intestinal incrementando la resistencia a las infecciones. Previenen y ayudan a tratar enfermedades como la diarrea, estreñimiento y exceso de gases, estabilizan y mejoran enfermedades que afectan al intestino como Crohn y colitis ulcerosa (en particular por el consumo de probióticos).

 

Ah… se me olvidaba… Feliz Año Nuevo. 

Publicado en Educación Nutricional

Si echamos la vista atrás unos cuantos años, nos encontramos con avances sin precedentes hasta ese momento (y el presente) en materia educativa, en derechos y libertades del individuo, y como no, en el reconocimiento de la mujer como ente social (y no meramente reproductivo/quitamanchas). Estoy hablando de hace más de ochenta años, en tiempos de la Segunda República española. A través de la educación del individuo, se pretendía cambiar el mundo, y me gustaría pensar que el ardor aún no ha decaído.

No pretendo ni iniciaré un debate de ideologías enfrentadas, pero sí una llamada al sentido común, que tanto escasea últimamente. La educación alimentaria puede y debe entenderse desde un enfoque global, es el ojo que todo lo ve: economía, educación, política, salud pública, cultura, sociedad… (disculpen que la religión no la mencione, hoy decidí apostar por la asertividad, y a estas horas ya no quiero más sobresaltos).

Educar a través de la alimentación en todas sus vertientes (con la administración pública bien cerquita), es dar la oportunidad a la sociedad de avanzar.

Hablemos de salud y alimentación, que es el objeto de este blog. La voluntad preventivista y alfabetizadora de la Segunda República dio como resultado la creación de nuevas leyes y programas de Salud Pública, con el claro objetivo de disminuir las cifras de mortalidad infantil. Era necesario elevar el nivel de “cultura higiénica” de la población española, pues llamaba la atención el aumento progresivo en las cifras de muerte por diarrea y enteritis, como primera causa de mortalidad infantil.

Se celebró por aquel entonces el Primer Congreso Nacional de Sanidad, en el que se expuso con rotundidad el carácter urgente de educar y potenciar la prevención como herramienta clave.

Se promulgó una Ley en 1934 y una Orden Ministerial en 1936 relacionados con la creación de un sistema sanitario, dando lugar a la proyección de una Escuela Nacional de Sanidad y una Escuela Nacional de Enfermeras Visitadoras. Y claro, la figura de la madre como el elemento fundamental, siendo necesario elaborar un nuevo modelo de maternidad moderna que asegurase la salud y el orden familiar.

Y lo más importante, se empezaba a hablar no solamente en términos cuantitativos (comer mucho para estar sano), sino que entre la fantástica divulgación que realizaba este colectivo de enfermeras, figuraban temas relacionados con la alimentación natural, procedimientos y técnica de la alimentación artificial, dietética infantil por edades, instituciones de asistencia alimentaria, trastornos nutritivos, dietas específicas, comedores escolares, etc.

Me llama mucho la atención el tema de la lactancia materna, cuando la madre no podía dar el pecho al bebé. En estos casos, no existían las fórmulas artificiales con las que contamos ahora, sino que se recurría a la leche de vaca como sustituto de la leche materna. Por poner un ejemplo, extraigo literalmente un fragmento leído en un interesante artículo de la Universidad de Alicante, donde se mencionaba la labor de estas enfermeras: Para evitar el peligro que esto suponía, la leche debía obtenerse de una manera higiénica durante el ordeño, "al aire libre, por una persona sana, previo lavado de las ubres de los animales y de las manos del operador con agua caliente y jabón y secadas con lienzo limpio" (Bernabeu, 2011)

Situémonos en un contexto en el que la desigualdad de recursos, el analfabetismo y el acceso a la propiedad de la tierra que se trabajaba eran argumentos que ocupaban lugares prioritarios en el debate político: la reforma agraria era una cuestión vital.

Y el objetivo estaba claro: muchas de aquellas muertes eran claramente evitables a través de una cultura de prevención. 

Hambre y basura

Año 2015. Ochenta y cuatro años después, la higiene alimentaria por suerte ha experimentado un avance claro en nuestro país. En términos generales, podemos decir que nuestros niños no se mueren por diarreas ni enteritis, y la lactancia materna está más o menos bien instaurada en la sociedad. 

Pero el tema de la malnutrición infantil sigue siendo una realidad. Llama la atención que no haya un estudio nacional que revele hasta qué punto existe y cuál es su alcance real. En España hay aproximadamente 2,2 millones de niños por debajo del umbral de la pobreza, (Unicef, 2013). Lo cierto es que no se han hecho estudios en profundidad que identifiquen las consecuencias de la crisis económica en nuestro país. Hay que añadir además el concepto de privación material severa, que se refiere a los hogares que no se pueden permitir cuatro de nueve indicadores ofrecidos, entre ellos una comida de carne, pollo o pescado (o sus equivalentes vegetarianos) al menos tres veces por semana.

Escuchábamos el verano pasado en todos los medios de comunicación el terrible problema de los comedores escolares, y la dificultad de muchas familias para dar una comida decente a sus hijos. Y no estamos hablando de los negritos pobrecitos del África tropical, que a fin de cuentas, nos suponen unos segundos de sobrecogimiento mientras vemos el telediario de las tres, y luego pasamos al postre. Resulta que esto le pasa a nuestro vecino, nuestro amigo o a nosotros mismos. Resulta que estamos viviendo en primera o segunda persona, el drama de la desnutrición y la privación de alimento, mientras la corrupción política sigue ostentando el primer premio. La cultura de barrer para dentro, que a muchos se les da de miedo. 

Y yo me pregunto si el paso del tiempo ha servido para algo.

Dame pan y dime tonto.

 

BERNABEU MESTRE, Josep; TRESCASTRO LÓPEZ, Eva; GALIANA SÁNCHEZ, María Eugenia. “La divulgación radiofónica de la alimentación y la higiene infantil en la España de la Segunda República (1933-1935)”. Salud Colectiva. Vol. 7, Supl. 1 (2011). ISSN 1669-2381, pp. 49-60

Publicado en Cultura y filosofía
Miércoles, 04 Marzo 2015 03:00

El inicio de todo

Desde pequeña estuve rodeada de estímulos relacionados con el placer de la comida y la filosofía que ampara este arte; un placer del que por supuesto, yo aún no era consciente. Llegaron a mis manos libros de cocina natural y vegetariana al mismo tiempo que practicaba en la cocina, casi sin sobrepasar mi cabeza la altura de la encimera, la alquimia de los bizcochos chamuscados. Hablo de una época en la que las algas nori, el tofu o el umeboshi eran ingredientes que, al menos en Sevilla, no hallabas por más que tu libro de cocina lo exigiera impunemente.

Y es que yo no sé cómo no he salido aún más tocada de mi infancia... Una madre discípula de la revista Integral que añadía polen de abejas a los batidos de fruta matutinos antes de ir al colegio, y envolvía los bocadillos en papel de estraza cual cartucho de boquerones (por mencionar un ejemplo); un padre que añadía a tales pedagogías quiméricas frases del tipo “no quiero verte comiendo más chucherías, ¡no ves que eso es petróleo puro!” y como no, algunos de los amigos neo-hippies de los años universitarios de mi madre, que me hablaban de sésamo en lugar de sal en las ensaladas, y venían a casa a explicarnos cómo reducir, reutilizar y reciclar mientras horneaban bizcochos de zanahoria en mi cumpleaños, ante la atónita mirada de mis amigas.
A finales de los ochenta y principios de los noventa, todo esto constituía un snobismo delirante que me hacía sentir una extraterrestre frente al resto. Menos mal que el consuelo de tontos existe, y al menos a mis hermanos les tocó vivir lo mismo. Y yo lo que anhelaba era un phoskitos en el recreo, como los demás…
El lugar donde nací ha supuesto para mí una fuente de inspiración.

Echo la vista atrás, y me pregunto por qué la nutrición. Creo que en gran medida, me impactaron ciertas vivencias protagonizadas por un manchego afincado en Madrid y gran amigo de la familia, idealista y soñador, que proclamaba ideas delirantes sobre ecologismo y medio ambiente, en unos años complicados en los que exigir un contenedor de papel reciclado en tu barrio alimentaba las carcajadas de los contertulios.

Y es que para mí, la alimentación constituye un argumento en sí mismo. No estudié la carrera por otro motivo que no fuera el de darme la oportunidad de materializar una idea persistente en mi cabeza: acceder al conocimiento a través del alimento.
Decía Nietzsche, en su Ecce homo: "Existe una cuestión que me interesa de modo especial, y de la que depende la salvación de la humanidad, mucho más que de cualquier otra sutileza de teólogo. Es la cuestión de la alimentación".

Enfocarla desde un único punto de vista sería un error, debemos extrapolarla a cualquier aspecto de lo que somos. La dudosa sostenibilidad ambiental tras la producción alimentaria masiva, la investigación e innovación que nos permiten avanzar y mejorar, el acceso a los recursos básicos como el agua o el cereal en una parte del planeta, mientras en otra la ansiedad y el estrés hacen de la comida una vía de escape. ¿Por qué si no la alimentación ha sido el origen del conflicto entre tribus, el motivo por el cual trasladamos nuestra vida allá donde haya alimento, o cada cultura se caracteriza precisamente, por su forma de comer?
Viajar o leer no es suficiente, para comprender a un pueblo es necesario probarlo y empaparse de él por todos los poros de la piel. El cuerpo es la única vía de acceso al conocimiento. Y eso es lo que quiero transmitir.
Marvin Harris explica esto muy bien en su libro Vacas, cerdos, guerras y brujas, y es que, tras la aparente nimiedad del acto de comer, se esconde el sentido de nuestra vida.

Una amiga, citando a un escritor norteamericano y a la que agradezco profundamente su aportación desde la otra punta del mundo, me escribió:

“Anything that gets your blood racing is probably worth doing”

Si hay algo por lo que brota pasión, probablemente merezca la pena...

Publicado en Cultura y filosofía

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